El Anhelo

Texto para la muestra Las Distancias, MACRO, 2021

Encargué un libro que se llama El ansia porque mi amiga Fernanda Pinta me mandó una foto de su tapa, hermosa. El subtítulo dice: Narrativas de la miniatura, lo gigantesco, el souvenir y la colección.

Irresistible.

Lo busqué en internet y lo compré por Mercado libre. Era Viernes y en el sitio decía que iba a llegarme el martes. Ese día empecé a esperar al correo privado que suele pasar por la tarde, porque viene de Villa María. Hice los mandados por la mañana, para no tener que salir luego. Esperé todo el día, no llegó. El miércoles repetí la rutina pero ya ni siquiera salí por la mañana. El jueves salí a dar una vuelta a la plaza pero
siempre mirando la entrada de casa por si estacionaba la chata del correo. Nada. El
viernes entré al sitio de Mercado Libre y me comuniqué con los vendedores. Me dijeron que ellos desde Buenos Aires no podían hacer nada, pero que intentara contactarme con el correo. Entré al sitio del correo con mi número de paquete. Me atendió alguien que se llamaba Florencia, en un chat sin voz. Le conté la situación,
me dijo que habían pasado por mi casa y no me habían encontrado. Le dije que no podía ser cierto (aunque me queda la duda de que hayan pasado el martes entre las 11 y las 12 del mediodía, que es cuando salí). Discutimos un ratito por el chat hasta
que Florencia me dijo que el correo iba a pasar de nuevo seguramente en las próximas 72 horas hábiles. Le dije que era viernes, en vísperas de un feriado largo, o sea que eso significaba que podían pasar la semana siguiente. Le dije que me estaba
yendo de viaje y no iba a estar en mi casa. Me repitió que ella no podía hacer nada y que si el correo tampoco me encontraba la segunda vez el paquete volvería a la sucursal más cercana (o sea a Villa María, que queda como a 100 km del pueblo). Le pedí el teléfono de la oficina de Ocasa en Villa María y me dijo que no había un número de atención al cliente. Y luego cerró el chat. Me desesperé y le conté todo esto al vendedor que me dijo que iba a ver qué podía hacer. Le expliqué que me estaba yendo a Buenos Aires ese mismo

día a vacunarme y me dijo que en todo caso podía pasar a buscar otro ejemplar del libro y luego rechazar el envío, cuando llegue al pueblo. En medio de la espera comencé a preparar mi viaje y en un rato estuve lista. Viajé seis horas y llegué a la ciudad a la tardecita. Habían cambiado la llave del
frente del edificio pero una vecina me abrió la puerta. Entré a casa después de varios meses, prendí la estufa, me hice un mate, saqué la computadora y al entrar al mail vi el mensaje que decía: el libro ha sido entregado en su domicilio. Así que me encontré con el libro diez días después, cuando volví al pueblo.

Ese día estaba muy cansada y no abrí el paquete. Al día siguiente finalmente desarmé la caja, hecha de muchas capas de cartón comprimido, y ahí estaba el tesoro, por fin.
Era más grande de lo que me imaginaba, quiero decir, más gordo. Lo hojeé y cada frase en la que me paraba parecía un mundo.

Pero quiero empezar por el título porque ahí hay algo que tiene que ver con esta invitación tan linda que me hizo el Macro. El título original del libro, en inglés, es On longing. Y fue traducido como El ansia por la editorial que lo publicó en Argentina:
On longing. Narratives of the Miniature, the Gigantic, the Souvenir, the Collection, 1993 Duke Press University / 2013 Beatriz Viterbo Editora, Rosario. La tapa, que muestra un hocico de perro donde un niña en miniatura está sentada, como si fuera el borde de un risco, fue diseñada por Daniel García y la foto es de Victoria Guercetti.
Es una tapa muy hermosa, muy apropiada para su contenido.

Sin ánimo de cuestionar la traducción, por sola curiosidad, y porque la palabra ansiedad hace unos años que se usa para describir cualquier malestar (como hasta hace un tiempo se usaba, por ejemplo, fobia), me puse a buscar sinónimos. Uno que me gusta y me parece que también podría calzarle a este libro es anhelo. La palabra
anhelo me hace imaginar una cierta cantidad de aire que tomamos para dar un largo suspiro, me remite a la acción de respirar pero no de forma mecánica sino en plena consciencia y poniéndole énfasis a la sensación. Y también me hace pensar en las distancias entre algo que deseamos y nosotros. Puedo decir esto en singular también:
las distancias entre algo que deseo y yo. Y esta sensación de distancia interpuesta se hace más patente aún si traducimos la palabra longing de manera literal: alargamiento.

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