Un grupo de artistas elaboró un documento para promover prácticas solidarias y desactivar reflejos machistas en la actividad. Escribe Leticia Obeid (*), de una de las impulsoras.
Nadie nace feminista. Muchxos mueren sin haber siquiera sospechado la posibilidad de serlo. Tampoco ocurre de un día para otro. Volverse feminista es en todo caso un camino muy largo hecho de sucesivas experiencias de rebeldía, iluminaciones y frustración, alivios y complicidades. Significa haber reemplazado una serie de certezas por una miríada de preguntas desesperantes. Volverse feminista es un camino de intensa deconstrucción subjetiva pero que, sin el andamiaje de la búsqueda y la acción colectivas, puede ser tortuoso, maniqueo y limitado.
Por momentos, volverse feminista puede sentirse como haber tomado la pastilla roja, en Matrix: un acto de conciencia irreversible, que hace que muchas cosas ya no puedan ser vividas ni miradas nunca más de la misma manera. Un día te encontrás revisando tu pasado amoroso, tu historia laboral, los libros que leíste, las películas que viste; en los informativos empezás a notar los enfoques, en la radio detectás las (des)proporciones en la presencia/ausencia de la voz femenina; en las canciones amadas, la violencia. Tu presente se convierte en un material de estudio, y una serie de velos comienza a caer, algunos con cierta gracia, otros estrepitosamente, como si fueran espejos que se rompen.
Detectar la existencia de un sistema destinado a someternos por medio de artilugios conceptuales impuestos con autoritarismo a lo largo de los siglos es suficientemente difícil para hacerlo en soledad. Por el contrario, el feminismo como movimiento colectivo toma velocidad, gana fuerza y puede cambiar el entorno. Tampoco es privativo del género, ni de la orientación sexual: el feminismo es de todxs, y puede ser para todxs. En constante evolución y mutación, ha sabido vincularse y dar lugar en su seno a los debates culturales más interesantes de los últimos 150 años. Nada le es ajeno, nada es demasiado pequeño para su lupa, que ama los detalles tanto como los paisajes gigantes: las leyes laborales, la historia de la cultura, el trabajo doméstico, la ciencia, la política, el poder, la relación con la naturaleza, la sexualidad, la maternidad, la paternidad, la anticoncepción, el aborto, son algunos de sus temas vitales.
En este caso, el foco está puesto en la situación de las mujeres –como género autopercibido, fundamentalmente– en el arte, pero si queremos recortar esa figura nos encontraremos con muchas dificultades: no hay forma de aislar a las mujeres del resto del tejido social. Su trabajo, su situación, sus postergaciones, su relación con la clase, el origen étnico y su ubicación geográfica, pueden darnos una idea bastante precisa de la evolución de una civilización. Allá, en un planeta utópico, el feminismo no sería necesario. Acá, en la Tierra, la manera en que cada sociedad lo trata, lo piensa, lo hace crecer o lo reprime, nos habla de una concepción general sobre la justicia, la libertad y la dignidad de sus integrantes.
Para aquellxs que piensan que el arte es un objeto de lujo que puede postergarse para cuando “las cosas estén bien”, la iniciativa de conformar un Compromiso de práctica artística feminista puede parecer una iniciativa trivial. Para lxs que pensamos que el arte es una necesidad vital, un sistema de pensamiento, afectos, una economía ligada a las economías más grandes, una manera de vivir más que de sobrevivir, este es un planteo imprescindible: las mujeres somos productoras de arte, de pensamiento, de trabajo, de eternidad, y merecemos por lo tanto un lugar de soberanía en el mundo actual, que ya no puede ser minimizado ni despreciado.
En todo caso nos toca empezar a generar estadísticas pero también lecturas mucho más profundas de esos números que, sabemos, nunca son neutrales. Nos toca modificar situaciones, patrones de conducta muy arraigados y, por eso, muchas veces invisibles. Nos toca organizarnos, debatir, conversar y luchar. Y todo esto mientras seguimos haciendo, produciendo, amando y viviendo.
Que nadie crea que es un trabajo fácil. Pero que estos desafíos no nos asusten porque lo que está en juego es un cambio de paradigma, que ya está en marcha, que nos hace guiños, que da chispazos pero que, sobre todo, ha mostrado su potencia y su capacidad de atravesar las capas sociales, las fronteras nacionales, religiosas y lograr una transversalidad apabullante.
Las herramientas que tenemos, queremos compartirlas; los recursos que nos han sido negados, queremos que se redistribuyan. El feminismo es valiente pero no vengativo, y aspira a liberar a TODXS de la opresión ejercida desigualmente sobre el género, en una cultura que ya ha sido patriarcal por demasiado tiempo.
(*) Artista visual, participó en la redacción del “Compromiso de práctica artística feminista”. El debate acerca de este documento se inició en su muro de Facebook.